domingo, 31 de octubre de 2010

ÉTICA EN LA RELACIÓN MÉDICO-PACIENTE







Empatías


¿Cuál debe ser el tipo de relación entre las personas principalmente implicadas en el acto médico, es decir, el profesional y el paciente? El Dr. Francisco Maglio, conocido infectólogo, antropólogo y miembro de diversos comités de ética médica, nos brinda algunos lineamientos basados en su vasta experiencia y su profundo conocimiento del ser humano.
Desde el frío guardapolvo blanco, distante y aséptico, hasta la cercanía excesiva que confunde los roles, existe una actitud que hace posible el respeto y la dignidad en la relación médico-paciente: la empatía. Esta no consiste en "querer" al otro, ya que no estamos obligados a ello. Pero sí ponerse en su lugar, sentir con su piel, ver con sus ojos.
Es necesario personalizar al otro, al paciente. La cómoda actitud pseudo-profesional de tratar al paciente como un "objeto médico" tiende a cosificarlo. Si lo despersonalizo, me despersonalizo: si niego al otro, desaparece el yo.
En el otro extremo se encuentra la tendencia a super-subjetivizar. Es una actitud de excesiva responsabilidad, capaz de llenar de angustia al profesional, interfiriendo en su buen juicio. "Hay que estar con el enfermo sin ser el enfermo" (Unamuno).
Una relación digna y respetuosa se basa además en la aceptación del enfermo, más allá de aquello que el enfermo "hace". Muchas patologías cargan al paciente de ciertos antivalores a los ojos de la sociedad, de la cual el profesional es un miembro irrenunciable. El paciente vale y debe ser valorado por lo que es, una persona, un sujeto, y no por lo que hace. El médico debe ser justo, sin ser juez. La actitud moralizante de algunos profesionales no tiene ningún fundamento en las ciencias de la salud, cuyo objetivo es prevenir y curar las enfermedades, y no juzgar actitudes morales.


Veracidad y virtudes



La relación se basa también en el derecho del paciente a conocer la realidad de su situación, por lo cual el médico tiene el deber de decirle la verdad. Pero deberá también evaluar, en base a pautas culturales vigentes, el mejor momento para decirla. La experiencia en el manejo de tantos casos en que el decir la verdad es un proceso angustiante aunque necesario, nos hace aprender a decir esa verdad en forma escalonada cuando sea dolorosa. El deber del médico es presentar los hechos en forma verídica pero desde una perspectiva siempre esperanzada.
Hay que saber que el paciente también tiene el derecho a no saber, si así no lo desea, lo cual no es poco frecuente.

Según el Dr. Maglio, la relación médico-paciente debe basarse en lo que este profesional denomina las "tres C": comunicación, comprensión y confianza.
El médico que se interese por construir una relación con las características que hemos repasado, necesita desarrollar virtudes tales como:

• La integridad: si la relación entre el médico y el paciente es "una confianza que se encuentra con una conciencia", la integridad consiste en ser fieles a esa confianza. El paciente puede perdonar un error, pero no perdona el abandono.
• La ecuanimidad: el profesional debe poder atender con la misma dedicación y esmero a todos sus pacientes, ricos y pobres, niños o adultos, lo cual es bastante fácil desde el discurso, pero en la experiencia concreta no lo es tanto.
• El respeto a la persona, que tiene dignidad y no precio, es un fin en sí mismo y no un medio, un sujeto y no un objeto. Respeto a la privacidad, por el cual debe ser preservado de miradas indiscretas, por las cuales se "viola" simbólicamente sus cuerpos enfermos. La imprescindible confidencialidad, por el cual el secreto de consultorio es comparable al secreto de confesión.

La tarea de todo profesional de la salud es confortar al paciente, acompañarlo y ayudarlo en la búsqueda del significado de su sufrimiento. Cuando se significa el sufrimiento, este desaparece, y sólo queda el dolor físico. Así como en el sufrimiento del parto, que cuando se escucha el llanto del bebé se disipa aunque siga doliendo.

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